La mente de la princesita divagaba en un sinfín de interrogantes mientras contemplaba con mucho más paciencia al ser que tenía frente a ella.
Las horas pasaban rápidamente; el castillo salía de su habitual silencio nocturno y miles de empleados a la luz de las antorchas llamaban a gritos desesperados a la princesa Katherine.
Felipe, el rey padre, fruncía el entrecejo ya bastante cansado por las ocurrencias de su hija, porque debido a su excesiva curiosidad siempre estaba en mil y un problemas y aventuras que al final ponían a todo el reino en aprieto.
El rey Felipe ignoraba que la princesita se hallaba a un paso de descubrir un terrible secreto guardado por años.
- ¿Te asusté?, preguntó el elfo.
- Un poco, contestó la princesa.
- No temas, no te haré daño.
- Te creo, ¿yo te asusté?
- No, ya sabía que eras tú, he cantado todo este tiempo para lograr tu atención…he estado esperando esta visita.
- ¿Por qué?, preguntó la princesita.
El silencio, nuevamente, invadió la habitación.
Hacía ya mucho frío y la medianoche estaba próxima, desde la desaparición de Katherine no hubo quien regresara a su rutina en el palacio y siguieron en la búsqueda de la pequeña.
Los reyes estaban ya verdaderamente preocupados. - Las mazmorras, susurró la reina y aceleraba el paso en esa dirección, seguida por medio centenar de personas que gritaban el nombre de la niña a viva voz.
Algo tan escandaloso, para el acostumbrado orden marcial de aquel castillo, estaba por develarse. - ¡NO TE MUEVAS! Dijo Katherine y tomaba al elfo por un brazo mientras lo empujaba hacia una de las celdas. Es mamá, ya vienen por mí.
- Deseo saber más de ti, quiero volver a verte.
- No debe preocuparse mi niña, yo estaré siempre aquí…no puedo abandonar el castillo hasta que se sepa la verdad. ¡Rápido, debe irse ya!
El rey y la reina ya estaban, prácticamente, casi encima de la pequeña. - ¿Qué has estado haciendo aquí hasta estas horas de la noche?
- ¿Por qué volviste a desaparecer sin decir nada.
- ¿No sabes, acaso, lo preocupados que hemos estado por ti?
Katherine guardó silencio y soportaba todas las miradas de reproche que sobre ella se depositaban después de una búsqueda extenuante en tan grande palacio. - Mamá…papá, sólo estaba jugando, perdón…
Pero nada de lo que dijera era suficiente para menguar el enojo y los nervios de sus padres. Todo terminó en reprimendas y castigos para la pobre princesita.
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