viernes, 22 de agosto de 2008

parte II






La mente de la princesita divagaba en un sinfín de interrogantes mientras contemplaba con mucho más paciencia al ser que tenía frente a ella.

Las horas pasaban rápidamente; el castillo salía de su habitual silencio nocturno y miles de empleados a la luz de las antorchas llamaban a gritos desesperados a la princesa Katherine.

Felipe, el rey padre, fruncía el entrecejo ya bastante cansado por las ocurrencias de su hija, porque debido a su excesiva curiosidad siempre estaba en mil y un problemas y aventuras que al final ponían a todo el reino en aprieto.

El rey Felipe ignoraba que la princesita se hallaba a un paso de descubrir un terrible secreto guardado por años.







  • ¿Te asusté?, preguntó el elfo.



  • Un poco, contestó la princesa.



  • No temas, no te haré daño.



  • Te creo, ¿yo te asusté?



  • No, ya sabía que eras tú, he cantado todo este tiempo para lograr tu atención…he estado esperando esta visita.



  • ¿Por qué?, preguntó la princesita.

    El silencio, nuevamente, invadió la habitación.
    Hacía ya mucho frío y la medianoche estaba próxima, desde la desaparición de Katherine no hubo quien regresara a su rutina en el palacio y siguieron en la búsqueda de la pequeña.

    Los reyes estaban ya verdaderamente preocupados.



  • Las mazmorras, susurró la reina y aceleraba el paso en esa dirección, seguida por medio centenar de personas que gritaban el nombre de la niña a viva voz.

    Algo tan escandaloso, para el acostumbrado orden marcial de aquel castillo, estaba por develarse.



  • ¡NO TE MUEVAS! Dijo Katherine y tomaba al elfo por un brazo mientras lo empujaba hacia una de las celdas. Es mamá, ya vienen por mí.



  • Deseo saber más de ti, quiero volver a verte.



  • No debe preocuparse mi niña, yo estaré siempre aquí…no puedo abandonar el castillo hasta que se sepa la verdad. ¡Rápido, debe irse ya!

    El rey y la reina ya estaban, prácticamente, casi encima de la pequeña.



  • ¿Qué has estado haciendo aquí hasta estas horas de la noche?



  • ¿Por qué volviste a desaparecer sin decir nada.



  • ¿No sabes, acaso, lo preocupados que hemos estado por ti?

    Katherine guardó silencio y soportaba todas las miradas de reproche que sobre ella se depositaban después de una búsqueda extenuante en tan grande palacio.



  • Mamá…papá, sólo estaba jugando, perdón…



Pero nada de lo que dijera era suficiente para menguar el enojo y los nervios de sus padres. Todo terminó en reprimendas y castigos para la pobre princesita.

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